Opiniones – Rudy Gallardo

Ética digital aplicada a decisiones institucionales: diseñando tecnología con principios

La tecnología avanza más rápido que las preguntas éticas que debería responder. ¿Quién se hace responsable cuando una decisión automatizada excluye, discrimina o falla? La ética ya no es un debate filosófico: es una necesidad institucional.

Cada vez más decisiones públicas son tomadas o influenciadas por sistemas digitales: adjudicación de subsidios, calificación de riesgos, distribución de recursos, validación de identidad, priorización de servicios.

Detrás de esa eficiencia invisible hay un dilema profundo:

¿Quién diseña los criterios que decide el sistema? ¿Quién responde si el sistema se equivoca?

En el siglo XXI, la ética dejó de ser un tema opcional para convertirse en un pilar de la arquitectura institucional. Especialmente cuando hablamos de tecnología.

I. De la automatización técnica al impacto humano

Los algoritmos no son neutros. Codifican valores, prioridades, exclusiones. Lo que se considera “óptimo” en un sistema automatizado refleja decisiones humanas previas: qué datos usar, qué variables ponderar, a quién excluir del análisis.

Ejemplo: Un sistema que asigna becas y prioriza eficiencia puede terminar favoreciendo a quienes tienen acceso estable a internet, descartando zonas vulnerables que no aparecen en tiempo real en la plataforma.

El sistema funciona… pero no es justo. Automatizar sin pensar es institucionalizar el sesgo.

II. El riesgo de decidir sin ética

Cuando una institución adopta soluciones tecnológicas sin un marco ético:

  • Puede validar exclusiones estructurales como si fueran «decisiones objetivas».
  • Puede tomar decisiones irreversibles sin posibilidad de revisión humana.
  • Puede justificar desigualdades bajo el argumento de “lo dice el sistema”.

La ética digital exige que toda solución tecnológica pase por un filtro de legitimidad, derechos y principios, antes de ser desplegada.

No basta con que funcione. Debe funcionar bien, y para todos.

III. ¿Qué implica tener una “brújula ética digital”?

Diseñar con ética implica incorporar principios concretos desde el inicio:

  1. Transparencia: que se sepa cómo funciona el sistema y con qué datos opera.
  2. Explicabilidad: que el ciudadano pueda entender por qué fue aceptado o rechazado.
  3. Auditabilidad: que un tercero independiente pueda evaluar el modelo y sus sesgos.
  4. Inclusión: que los sistemas no reproduzcan barreras preexistentes.
  5. Responsabilidad: que haya funcionarios que respondan por lo que decide el sistema.

Estos principios deben ser condición mínima para cualquier contratación o desarrollo de tecnología institucional.

IV. Guatemala y el Sur Global: ¿tecnología con principios o solo con eficiencia?

En contextos donde las brechas sociales, étnicas y territoriales son amplias —como en Guatemala—, los sistemas digitales pueden terminar reforzando desigualdades si no son diseñados desde la ética pública.

  • ¿Cómo evitar que los algoritmos beneficien siempre a quienes ya están dentro del sistema?
  • ¿Qué pasa si las plataformas priorizan zonas urbanas y marginan lo rural?
  • ¿Quién protege al ciudadano si el sistema automatizado se equivoca?

Un gobierno digital sin ética digital no es transformación: es reproducción automatizada del problema.

V. Instituciones con ética: una infraestructura tan importante como la tecnológica

Para que la ética no sea solo discurso, se requiere:

  • Comités de ética tecnológica en entidades públicas estratégicas.
  • Protocolos de evaluación ética previa para cada proyecto digital.
  • Guías de diseño centradas en derechos y equidad.
  • Participación ciudadana y multisectorial en la validación de plataformas.
  • Leyes que exijan transparencia y responsabilidad en algoritmos públicos.

La brújula ética debe acompañar cada línea de código

VI. El futuro institucional ya se programa hoy

La ética no se activa cuando hay escándalo. Se incorpora desde el diseño.

Cada vez que un nuevo sistema automatiza decisiones, se programan también sus consecuencias sociales.
El silencio ético hoy puede ser exclusión mañana.

No se trata de frenar la innovación, sino de alinearla con justicia, con derechos, con humanidad.

La institucionalidad digital del siglo XXI no puede prescindir de la ética.
Porque, en última instancia, lo que está en juego no es el algoritmo, sino la confianza.

“La justicia institucional del siglo XXI se decide en código. Por eso, cada sistema debe nacer con una brújula ética incorporada”.