Opiniones – Rudy Gallardo

Ética y gobernanza de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta formidable que puede cambiar nuestras sociedades e instituciones. No obstante, con grandes oportunidades llegan grandes responsabilidades. Guatemala se enfrenta al reto de incorporar la IA en sus procesos públicos y privados de forma que asegure el bienestar común, en particular de los grupos más vulnerables. Hoy examinaremos los principios éticos fundamentales y de qué manera una perspectiva fundamentada en valores cristianos puede orientar esta transformación.

La utilización responsable de la IA debe basarse en un marco ético que garantice un impacto positivo y justo; para lograr esto, la transparencia es fundamental, y los algoritmos junto con las decisiones generadas por la IA deben ser entendibles y fáciles de comunicar. Los ciudadanos tienen el derecho de conocer cómo se emplean los datos y de qué manera influencian las decisiones automatizadas. Respecto a la equidad, es fundamental que la IA no refuerce ni aumente las desigualdades sociales. Es fundamental crear sistemas sin sesgos que puedan dañar a comunidades indígenas, personas en condición de pobreza extrema o grupos con escaso acceso tecnológico. Para lograrlo, las instituciones deben ser responsables de las decisiones realizadas con IA, lo que implica contar con procedimientos definidos para detectar y subsanar errores o abusos tecnológicos.

Los principios cristianos proporcionan una orientación ética firme para dirigir el avance y la gestión de la IA, cada uso de la IA debe situar al ser humano como prioridad. La tecnología debe ser una herramienta que beneficie a las personas, no que las explote ni las deshumanice, lo que implica abordar todas las acciones con respeto hacia la dignidad humana. La IA también debe ser empleada para reducir diferencias sociales, no para ampliarlas. En un país como Guatemala, esto implica enfocarse en iniciativas que favorezcan a las comunidades desfavorecidas, cuya ejecución esté fundamentada en el bienestar colectivo, y promueva la cooperación entre los diversos sectores. Uno de los debates comunes en torno a la IA es cómo equilibrar la innovación con la responsabilidad social. Sin embargo, este dilema no debería existir. La innovación obliga a ser responsable. Una implementación ética y transparente no solo construye confianza, sino que también incentiva el progreso sostenible.

En el caso de Guatemala, la IA puede ser una herramienta poderosa para generar transparencia en la gestión pública, optimizar procesos y brindar acceso equitativo a servicios esenciales. Esto no solo es un acto de responsabilidad, sino una muestra de compromiso con el desarrollo humano integral.