Douglas Hernández Franco Opinión

Epítome de la sociedad ideal

Para poder analizar el sistema social en el cual vivimos, es necesario saber cuál es el origen de la palabra “sociedad”. En la página web Etimología, se encuentra la siguiente definición: Se observa en el latín sociĕtas, permitiendo visualizar su construcción sobre el término socio, en latín socius, y el sufijo -dad, en la forma latina -tas, funcionando como agente de cualidad. (Etimología , 2019) Es decir, que vivir en sociedad es estar en compañía, afianzando el cumplimiento de normas jurídicas, sociales y culturales que gobiernan la comunidad, en la cual, cada habitante es responsable de cumplirlas y hacerlas cumplir.

Hoy en día, vivir es una sociedad es un reto que mantiene en estado de alerta a todos los cohabitantes que la integran. No importa si es grande o pequeña. puede ser una ciudad con 25 millones de habitantes, una comunidad de 500 personas, una familia de 5 integrantes, o incluso, con uno mismo. Y es que la convivencia en sí no es el problema, tampoco la variedad de ideas o la diversidad de caracteres que la conforman. El problema radica en la falta de tolerancia ante otras ideas.

Desde que el ser humano habita en la tierra, ha vivido en sociedad, la cual con el paso del tiempo se vuelto más extensa, más compleja, más nociva. Ello derivado de la capacidad de suplir las necesidades individuales. Cada quien quiere para sí lo mejor, y es bueno, no obstante, lo malo es cómo se quiere obtener.

Una sociedad debe estar regida por leyes, tanto cívicas como morales. Las primeras son para que prevalezca el orden social y las segundas, para que se actúe con conciencia social. Lo interesante de este concepto, es que la conciencia social, es la base para el orden social. Debe haber obediencia por las leyes, pero solo quien sea una persona con ética, con valores y respeto por los demás, acatará las leyes cívicas.

Es de suma importancia saber que cuando hablamos de sociedades, no existe únicamente las sociedades humanas. Los animales también conforman sociedades, las cuales están regidas por jerarquías y sumisiones, lo que determina el marco de comportamiento entre los de su especie. Los animales, todos en su naturaleza, se pelean, se aniquilan, se devoran, entre las demás especies, y entre ellos mismos, siguiendo su puro instinto de supervivencia. Todo por mantener su dominio, y su prole. Es decir, son salvajes.

Ahora cabe una pregunta, para este comportamiento: ¿Es normal que actúen de esta manera, que se coman a los de su misma especie, que se devoren, que aniquilen a cachorros y muchas otras formas de salvajismo? La verdad es que sí, porque los animales carecen de un elemento fundamental, del que está dotado el ser humano. Claro, también hay conductas de apoyo, de fraternidad, de protección, para los suyos, y se han visto comportamientos totalmente inusuales. Los animales, en su salvajismo, poseen emociones, más no pasiones, como admiten expertos en el tema. Sienten miedo, placer, dolor, entre otros.

A lo largo de la línea evolutiva, el ser humano fue desarrollando su cerebro, su corteza frontal, para tener una mejor capacidad de análisis, esto se llama “razonamiento”. Esa es la diferencia que la sociedad humana tiene con las sociedades animales. Puede deducir si quiere ayudar o ignorar, decir la verdad o mentir, elegir entre dañar y proteger. Y en la mayoría de los casos, opta lo más fácil, que es ignorar, mentir, y dañar, en otras palabras, hacer el mal. Es de conocimiento público, como dice la historia, que muchas sociedades fueron sometidas por otras más poderosas, con lujo de fuerza y numerosos vejámenes para saciar su poder y suplir sus necesidades, cualquiera que fueran estas. En otras palabras, ese razonamiento le llevó a destruir a otros, no por sobrevivencia, sino por caprichos frívolos. Todo un comportamiento animal. Poder y sumisión.

Nuestra sociedad experimenta un cambio social que nos está llevando al límite de la tolerancia. Considero que, en todo el mundo, la mayoría de personas, es decir, las sociedades, no esperaban este cambio de comportamiento: confinamiento (Pena que consiste en obligar a alguien a no moverse de lugar donde está, y bajo vigilancia de la autoridad). Y esta restricción no es lo mismo que cuarentena (es un período de aislamiento al que son sometidas personas que podrían haber contraído una enfermedad, pero aún no manifiestan síntomas). La mayoría de personas estamos confinadas, sin embargo, por bendición, no estamos en cuarentena. Y lo que como sociedad debemos razonar, es que el confinamiento nos aleja de estar en cuarentena.

Por supuesto, es difícil entender este escenario, sobre todo cuando se tienen obligaciones que cumplir, y estar en casa no permite generar los ingresos económicos necesarios para suplir esas necesidades básicas. Y es allí, donde entra la conciencia social. En Guatemala existen tres clases de personas, quienes, de los 18 años en adelante, adquieren responsabilidades constitucionales. La primera clase es la productiva, la que trabaja, que genera, y paga impuestos. La segunda clase, es productiva, trabaja, genera, y tiene tanto, que busca la forma de pagar menos impuestos. Van desde los que consiguen facturas de productos que no consumieron, hasta los que tienen fundaciones para evadir la responsabilidad fiscal. Y están los que trabajan, producen y no pagan impuestos.

Hoy, más que nunca Guatemala necesita una sociedad unida, que no se lastime más. Dar lo que se pueda dar, con amor. Aceptar lo que nos den, con amor. Y por amor, no tomar demás, pedir lo justo, y dar la oportunidad a quien verdaderamente lo necesita. Seamos una sociedad que plantea soluciones, de una forma organizada.

Ahora tenemos una nueva frase: “distanciamiento social”. Jamás, en estos tiempos imaginamos que sería nuestro lema de batalla. Cumplámoslo en la media de lo posible, seamos una sociedad civilizada, que razona sus actos, no solo para sobrevivir, sino para vivir en armonía con los demás.