Opiniones – Rudy Gallardo

Ciudadanos del siglo XXI: fe, ley y responsabilidad en la era del algoritmo

¿Y si el verdadero examen de ciudadanía no fuera votar cada cuatro años, sino entender y actuar en un mundo gobernado por datos, algoritmos y plataformas invisibles? El ciudadano del siglo XXI no solo camina por calles físicas: habita ecosistemas digitales donde también debe ejercer conciencia, ética y propósito.

En la Antigua Roma, ser ciudadano significaba tener nombre, voz y derechos en la vida pública. En el siglo XXI, ser ciudadano digital significa algo más complejo: habitar un entorno invisible donde tus interacciones, decisiones y huellas son captadas, procesadas y muchas veces evaluadas por máquinas que no ves y reglas que no comprendes.

En este nuevo escenario, la ciudadanía ya no es solo legal o territorial. Es también algorítmica.  ¿Quién te define? ¿Quién decide qué ves? ¿Quién establece los límites de tu comportamiento digital

El ciudadano digital existe (te des cuenta o no)

No necesitas una aplicación para ser ciudadano digital. Basta con:

  • Tener una cuenta de correo electrónico.
  • Usar WhatsApp o redes sociales.
  • Aparecer en bases de datos estatales o privadas.

Desde ese momento, tu identidad circula.  Tu reputación se construye. Tu perfil es leído por sistemas automatizados que clasifican, predicen y a veces sancionan. La ciudadanía digital es, ante todo, una presencia pública distribuida en el ciberespacio, con implicaciones reales: acceso o no a oportunidades, crédito, becas, trabajo, justicia.

Fe, ley y propósito en entornos digitales

El ser humano fue creado para la comunión, la verdad y la libertad.
Pero las plataformas digitales han deformado muchas veces estos pilares.

  • En vez de comunión, promueven polarización.
  • En vez de verdad, alimentan desinformación.
  • En vez de libertad, inducen dependencia y control.

Aquí entra la dimensión espiritual de la ciudadanía digital.  ¿Soy el mismo en línea que en la vida real? ¿Uso mi voz digital para construir, servir, edificar? ¿Entiendo que cada clic, cada comentario, cada silencio también me representa?  La ciudadanía digital exige una ética de la coherencia y la integridad.

Derechos en la era del algoritmo

Un ciudadano digital informado exige, participa y propone. Pero también vigila al sistema que lo analiza.  Así como tenemos derecho al voto o a la privacidad física, hoy necesitamos garantías digitales claras:

  • Derecho a la identidad digital protegida.
  • Derecho a saber cómo se toman decisiones algorítmicas que nos afectan.
  • Derecho a corregir o impugnar decisiones automatizadas injustas.
  • Derecho a la no discriminación digital.
  • Derecho a una inclusión real, especialmente para personas con discapacidad, adultos mayores o poblaciones excluidas tecnológicamente. 

    Deberes en la era digital: más allá del clic

Ser ciudadano digital no es saber usar Facebook.  Es comprender el impacto de lo que haces, de lo que permites y de lo que callas.   No hay derechos sin deberes. Y el ciudadano digital también tiene responsabilidades:

  • Ser crítico con la información que consume y comparte.
  • No convertirse en instrumento de odio, manipulación o fraude.
  • Respetar la privacidad de otros.
  • Denunciar abusos digitales con valor cívico.
  • Educarse constantemente en tecnologías emergentes, ciberseguridad y ética digital. 

    Ciudadanía algorítmica: el gran desafío institucional

En un futuro no lejano, decisiones sobre salud, educación, justicia o seguridad serán tomadas —parcial o totalmente— por algoritmos.   ¿Qué ciudadanía formamos hoy para fiscalizar ese futuro?. Los Estados del siglo XXI deben adaptar su concepción de ciudadanía. No basta con emitir un DPI.  Hay que crear marcos que reconozcan:

  • La identidad digital como derecho público.
  • La protección de datos como prioridad constitucional.
  • La alfabetización digital como política educativa nacional.
  • La ética algorítmica como principio en servicios automatizados. 

    El ciudadano digital como guardián del bien común

En vez de esperar que todo lo decida el gobierno o una plataforma, el nuevo ciudadano digital se convierte en curador del entorno.  Cuida su voz. Eleva el nivel de la conversación. No replica el escándalo. Promueve contenidos de valor. Eleva el estándar moral.  Construye puentes entre la tecnología y el alma. Y sobre todo, no se desentiende. Sabe que cada plataforma es un campo de batalla. Que cada red social es una asamblea pública. Y que en la era digital, callar también es una forma de votar